Volumen 17 número 2 - Agosto 2020
ISSN 0718-0918
Tabla de Contenidos > Editorial
Editorial
Texto completo HTML | Descargar texto en pdf

El trabajo científico no se detiene en Pandemia

Las epidemias que han azotado a la humanidad a lo largo de su historia, han marcado su evolución política, económica y social. Reconocemos varios eventos epidemiológicos que han acompañado grandes transiciones en la historia de la humanidad: el Período Neolítico y los primeros asentamientos humanos a los que nos referimos en un inicio. En el año 541 de nuestra era, durante el gobierno del Emperador Justiniano, el Imperio Bizantino en pleno esplendor, fue azotado por una epidemia de peste, que llevó el nombre de Peste de Justiniano y es la primera de la que se tiene registro. La enfermedad contagiosa se diseminó rápidamente por Constantinopla (800.000 hab.) y luego a lo largo de todo el Imperio. El propio emperador Justiniano enfermó, recuperándose luego. Al término de la epidemia, Constantinopla había perdido al 40% de su población y en todo el Imperio se habían perdido 4 millones de vidas. Se dice que en algún momento el número de muertos era mayor que el de personas vivas. Fue tal la catástrofe económica, que para muchos historiadores fue precisamente este desastre sanitario y financiero lo que marcó la frontera entre la Antigüedad y la Edad Media.

Otro gran hito pandémico es el que se instaló en plena Edad Media cuando la humanidad sufrió una de las más graves pandemias a mediados del siglo XIV (entre 1346 y 1353). Se trató de la Peste Negra o Plaga Bubónica, que diezmó un tercio de la población de Europa y Asia. Solo se sabía de esta enfermedad que era altamente contagiosa y mortal, en la gran mayoría de los casos. El origen animal de la enfermedad (las ratas como reservorio y pulgas como vector o transmisor de la enfermedad a los humanos), solo se conoció cinco siglos más tarde. Ratas y personas convivían en la Era Medieval e, incluso, compartían los medios de transporte (barcos), portando la infección de una cuidad a otra. La pérdida de vidas humanas causada por la Peste Negra en la Edad Media fue estremecedoramente cuantiosa. De acuerdo a los registros de historiadores y escritores, solo la Península Ibérica habría perdido alrededor de 60% de su población y la Toscana en Italia, más de la mitad de su gente. Murieron 50 de los 80 millones que conformaban la población europea.

Las enfermedades contagiosas hasta entonces eran conocidas como Plagas y en su mayoría atribuidas a castigos divinos y otras causas sobrenaturales, ya que la existencia de seres vivos no visibles solo fueron descubiertos hacia el último tercio del siglo XVII. Aunque es preciso reconocer que existen diversas escrituras de la antigüedad griega y romana en las que se menciona a gérmenes invisibles que transmiten enfermedades contagiosas. En su documento De rerum natura, Lucrecio (96-55 a.C.), alude a “semillas de enfermedad”. En su libro “De contagione et contagionis” ya en época del Renacimiento europeo, Girolamo Frascatorius, (1546) se refiere a que las enfermedades contagiosas son causadas por “gérmenes vivos” y postula que se transmiten de un individuo a otro.

En la historia de las enfermedades infecciosas y grandes pandemias, está inscrito también el virus variola causante de la Viruela (Pústula), cuya afectación en los seres humanos es conocida desde hace por lo menos 10.000 años. Es una enfermedad extremadamente grave y contagiosa cuya elevada tasa de mortalidad (30%), diezmó a la población mundial desde su aparición y luego con su expansión masiva en la etapa del descubrimiento y colonización europea en el nuevo mundo. Los “conquistadores” cruzaron el océano trayendo infecciones y, desde luego, la Viruela a una población inmunológicamente indefensa frente a nuevas enfermedades. Los europeos, durante el dramático periodo de expansión en el siglo XVIII, infectaron y desfiguraron a millones de personas.

Precisamente, fue la Viruela la que condujo hacia la idea de las vacunas. Fue en Estambul donde Mary Montagu observó una curiosa costumbre que conseguía no contagiarse de viruela, enfermedad devastadora que ella misma había sufrido y por la que había perdido a su hermano. Se trataba de la inoculación o variolación, una práctica originaria de China y la India que se fue extendiendo por toda Asia.

Mary escribió a Inglaterra:

“La viruela, tan fatal y frecuente entre nosotros, aquí es totalmente inofensiva gracias al descubrimiento de la inoculación, (así es como la llaman). Existe un grupo de mujeres ancianas especializadas en esta operación. Cada otoño, en el mes de septiembre, que es cuando el calor se apacigua, las personas se consultan unas a otras para saber quién de entre ellos está dispuesto a tener la viruela…”.
La técnica descrita consistía, básicamente, en inocular a los voluntarios con pus de enfermos en cuatro o cinco venas abiertas. Lady Montagu había observado la eficacia del método y llegó a probarlo en su propio hijo Edward. Desde entonces, se propuso hacer llegar esta costumbre a su tierra para hacer frente a la enfermedad, como así puso de manifiesto en la citada carta:
“Soy lo bastante patriota para tomarme la molestia de llevar esta útil invención a Inglaterra y tratar de imponerla”.
Casi 100 años más tarde, Edward Jenner probó científicamente su eficacia. Afortunadamente, es una de las dos únicas enfermedades que el ser humano ha conseguido erradicar mediante la vacunación. En 1977 se registró el último caso de contagio del virus, que desde entonces se considera extinguido.

Con estas investigaciones y ensayos se dio un nuevo y formidable paso para hacer frente a las infecciones; las vacunas.

No obstante, las enfermedades infecciosas continuaron atacando a la humanidad con mayor fuerza y rapidez que la necesaria para elaborar vacunas y tratamientos. Fue así como una nueva pandemia azota a la humanidad en 1918. La Gripe española. En marzo de 1918, durante los últimos meses de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), se registró el primer caso de gripe española, paradójicamente, en un hospital de Estados Unidos. Fue bautizada así porque España se mantuvo neutral en la Gran Guerra y la información sobre la pandemia circulaba con libertad, a diferencia de los demás países implicados en la contienda que trataban de ocultar los datos. Esta virulenta cepa del virus de la gripe se extendió por todo el mundo casi al tiempo que las tropas se repartían por los frentes europeos. Los sistemas de salud se vieron desbordados y las funerarias no daban abasto. Estudios recientes han revelado datos más precisos. Se estima que la tasa global de mortalidad fue de entre el 10 y el 20 por ciento de los infectados, llegando a morir, en todo el mundo, entre 20 o 50 millones de personas. Hay quien incluso se atreve a decir que pudieron ser 100 millones.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) surgió luego de finalizada la segunda guerra mundial, en 1948. Este organismo creó la Oficina Panamericana Sanitaria para América (OPS) para el control de muchas endemias mundiales y su orientación fue hacia el control de algunas importantes enfermedades immunoprevenibles (viruela, sarampión, tétanos, difteria, tuberculosis, fiebre amarilla, etc) y al control mundial de la malaria que, en la década de 1950-1960, produjo una notable disminución de los casos durante algunos años, para más tarde resurgir con formas más graves y alarmantes. De todas estas enfermedades, la única controlada a nivel mundial por vacunas ha sido la viruela, erradicada en 1977. En el caso de la poliomielitis infantil, en América se reportó el último caso en 1991.

Gripe asiática
Registrada por primera vez en la península de Yunán, China, el virus de la gripe A (H2N2) de procedencia aviar apareció en 1957 y en menos de un año se había propagado por todo el mundo. Para entonces, el papel de la OMS, elaboraba anualmente una vacuna con el objetivo de enfrentar y combatir los efectos de las mutaciones del virus de la gripe. A pesar de que los avances médicos con respecto a la pandemia de la gripe española contribuyeron a contener mucho mejor el avance de virus, esta pandemia registró un millón de muertos en todo el planeta.

Desde 1950 comienzan a describirse también enfermedades infecciosas propias de regiones tropicales en el mundo. Había conocimiento de lo letal que podría ser la fiebre amarilla y otras desconocidas fiebres hemorrágicas, como el Virus Ébola en África descrito en 1977 (88% letal), virus Lassa en África (50% letal), virus Hemorrágico del Valle Riff de África (50% letal), virus Hantanvirus en Corea y América (50%) y otros. En la guerra de Corea en 1950, los soldados de los EEUU sufrieron una epidemia de Hantavirus, que cobró la vida de 121 de ellos y otros 2500 se contagiaron.

Estas enfermedades virales letales han causado una gran preocupación en toda la comunidad científica de todos los países y están siendo estudiadas a fin de conseguir vacunas y drogas efectivas para así poder controlarlas y evitar su diseminación mundial. Las grandes pandemias de Gripe, por la mutación viral y nuevas formas más agresivas de enfermedad ha sido un continuo. En 1968, apareció en Asia, la llamada Gripe de Hong Kong. Una variación del virus de la gripe A (H3N2) y se expandió por todo el mundo con un patrón muy parecido al de la gripe asiática. Un millón de personas fueron las víctimas que causó esta nueva cepa de la gripe.

Mientras las investigaciones continúan desarrollándose en los laboratorios biológicos, clínicos y farmacéuticos buscando nuevas formas de tratamiento, se produce un nuevo cisma que obliga con mayor interés a contar con expertos que enfrenten la necesidad de contar con soluciones específicas e innovadoras a los diferentes problemas planteados por los pacientes con enfermedades infecciosas. Esto es la aparición del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH), una de las pandemias más graves conocidas hasta ahora denominada SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida). En 1981, aparecieron los primeros casos documentados para luego expandirse velozmente por el mundo. El propio virus no es letal, pero sí lo son sus consecuencias, ya que despojan al organismo de sus naturales propiedades inmunes, de manera que los enfermos fallecían de otras enfermedades (infecciones, cáncer). Su contagio se produce por contacto con fluidos corporales de un ser humano a otro. El VIH ha cobrado la vida de 25 millones de muertes en todo el mundo, lo que se ha mantenido en el centro de la preocupación de las organizaciones mundiales de la salud.

A mediados del mes de marzo de este año 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó al COVID-19 como una pandemia, una denominación que muy pocas enfermedades ostentan. Solo hizo falta un par de meses para que el informe que la OMS difundió en septiembre de 2019, en el que alertaba de que el riesgo de que se produjera una pandemia global estaba creciendo, fuera un hecho. En diciembre de 2019 en China, surge el nuevo coronavirus SARS-Cov-2, que originó esta pandemia que nos afecta como Mundo.

No obstante, la dolorosa tragedia que nos ha alcanzado a todos y que para la colectividad médica ha sido una enorme prueba a la capacidad de trabajo y fuerza de espíritu y carácter necesarias para soportar tantas pérdidas de vidas humanas, no ha detenido el empeño científico que caracteriza a nuestra comunidad.

Presentamos a ustedes un nuevo número de nuestra revista, con investigaciones valiosísimas que representan gran participación nacional e internacional (México, España, Colombia, Venezuela), y la reaparición de nuestra sección “Carta al Editor”, por largos años dormida.

Afectuosamente,

 

Dra. Carmen Gloria Rostion Allel
Editora

Revista Pediatría Electrónica
Zañartu 1085, Independencia, Santiago, Chile
Teléfonos:(56) 25758092 y 27354991
Correo electrónico: gmedina.uchile@gmail.com
ISSN 0718-0918